Reinventar-se para una nueva Clínica del lenguaje
Por Lic. Yanina Romani
“Se habla desde un lugar de sujeto y asumiéndose en lo que se dice;
se habla en nombre propio, pero no es fácil,
hay que llegar a hacerse cargo de eso que se dice,
comprometerse en lo que se dice.”
Juana Levin, 2004
En este trabajo la intención es transmitir acerca de mi modo de abordaje clínico centrado en niños/as pequeños -sin daño orgánico comprobable- con fallas en los procesos de constitución subjetiva/construcción del lenguaje.
En primer lugar quisiera abrir con la siguiente pregunta ¿Quién es el paciente en la clínica en tiempos de la primera infancia?. La respuesta es: el niño/a. Entendiendo que este no es sin los padres, el trabajo con ellos es decisivo, pero siempre en función de su hijo/a.
Coriat (1996) sostiene que, partiendo de lo biológicamente heredado, el niño se va armando en el encuentro con el Otro. Los Otros significativos, encarnados en las funciones parentales, cumplen una función decisiva en el desarrollo del niño/a. De la relación fundamental asimétrica -desde tiempos fundantes- con sus Otros primordiales, el niño/a constituirá su subjetividad: el organismo se transformará en cuerpo erógeno, se apropiará de la lengua en la que fue alojado y construirá el lenguaje en un largo proceso sujeto a transformaciones que tienen por núcleo la situación dialógica inicial.
El juego tiene un valor fundamental en los primeros tiempos constitutivos. Cumple una función central, irreemplazable e imprescindible, en la constitución del sujeto y por ende en el desarrollo infantil. “…El juego es condición absoluta en la constitución del sujeto de deseo. Y constituye un observable clínico imprescindible en la infancia.” (Maidagan, 2019).
Por lo tanto el cuerpo, el juego y el lenguaje se construyen y se entraman en el encuentro niño-Otro primordial dentro de un ámbito cultural, social, histórico, que le imprime un matiz particular.
Siguiendo a Juana Levin (2004) “el lenguaje se produce con, para y por otro y no existe fuera de la relación: Yo/Tú, es entre ellos que algo circula, el habla”. En juegos que alternan presencias y ausencias el niño/a es mirado, tocado y hablado/escuchado por su Otro primordial. En estos intercambios se va instaurando una situación dialógica fundante como operación subjetivante fundamental que propicia el largo camino de la construcción del lenguaje. A través del diálogo niño-otro, aquel se va apropiando de la lengua en uso por su entorno y construyendo su lenguaje sílaba a sílaba, palabra a palabra, en un laborioso y activo proceso de creatividad e identificación -con su Otro primordial- sujeto a transformaciones.
Paulatinamente comienza a reconocerse como uno y único separado de quien ejerce la función materna y será él/ella quien desprende la mirada, los toques y la palabra dirigiéndose al otro en intercambios dialógicos placenteros.
La palabra, que en un principio era ajena, va siendo apropiada por un sujeto que se va asumiendo en sus enunciados en cada acto de habla. El niño/a adquiere la forma lingüística Yo y comienza a hablar desde este nuevo lugar. Esta conquista de la posición de hablante-escuchante único, con deseo de palabra producida desde un lugar propio, determina un período anterior y otro posterior que se la reconoce como Asunción subjetiva del yo. Ahora tiene algo para decir y hacerse escuchar con palabras, frases, gestos, miradas, cuerpo, juego. Esto le permite el lazo social.
Sin embargo, en la clínica me encuentro con niños/as donde el desarrollo no se despliega fluidamente. Actualmente llegan, con mayor frecuencia, padres con niños/as que presentan problemáticas -cuya emergencia se produce precozmente- que se dan a ver en el armado del cuerpo-lenguaje-juego, donde se ve dificultado el lazo con el otro. El agravante es que, muchos de ellos, llegan ya diagnosticados con siglas del DSM (manual estadístico de las enfermedades mentales), que los nominan despojándolos de su nombre propio con efectos que atentan contra el proceso de humanización del niño.
Afirma Bruner (2012) que la época actual se encuentra atravesada por el rechazo de la subjetividad en las clasificaciones diagnósticas y tratamientos en la clínica del niño. Por lo contrario, mi propuesta en la Clínica del lenguaje con niños/as es detectar oportunamente estas señales de alarma para intervenir de un modo subjetivante, sin hacer del diagnóstico un destino con consecuencias invalidantes en la vida del niño/a y su familia.
A mi espacio llegan niños/as que a nivel del lenguaje comprensivo/expresivo presentan los siguientes observables clínicos :
Oyen pero parecen no escuchar.
No hablan, o lo hacen poco o casi nada o de manera ininteligible -generalmente comprendido por la madre-.
Hablan en neutro, tal como los dibujitos.
No se nombran como yo sino que utilizan la segunda o tercera persona.
No piden.
No comprenden las palabras y frases que escuchan.
En todos los casos el encuentro participativo dialógico se ve obstaculizado.
Asimismo, se dan manifestaciones corporales que dan cuenta de dificultades en el armado del cuerpo erógeno y que se pueden observar en la mirada, escucha, voz, actitud postural, rostro, uso de gestos expresivos, movimientos, contacto. Dificultades en el modo de tratamiento de los objetos que obstaculizan el armado del juego con ellos. En todos se interfiere el lazo con el otro.
Coriat (1996) sostiene que “…cuando se trata de niños pequeños con problemas tales que necesitan tratamiento, el papel que le toca en todo esto al terapeuta que se haga cargo es decisivo.” Esto es así ya que según la mirada -que obedece a su posición teórico clínica- que tenga acerca de lo que le pasa al niño/a será distinto el abordaje y las intervenciones. Es por ello que es oportuno interrogarse:
¿Qué hacemos con estos observables?
¿Cómo los escuchamos?
¿Cómo los leemos?
¿Desde qué perspectiva conceptual y clínica?
¿Cuál es la función del Terapeuta del lenguaje en la clínica con niños/as pequeños?
¿Qué efectos producen sus intervenciones?
Desde la posición en la que me asumo los observables dan cuenta del momento de la constitución subjetiva que el niño/a está atravesando, del armado del cuerpo y de la construcción del lenguaje. Y de qué modo está haciéndolo. No son solo datos a ser enumerados y clasificados según una norma preestablecida, sino que son escuchados y leídos desde un posicionamiento. Son articulados entre la mirada/escucha de lo que el niño/a puede armar -sus producciones- y la escucha del lugar que ocupa el niño/a en el discurso de los padres. Pensados de esta manera nos sirven para crear intervenciones singulares, oportunas y posibles -que se corren de los diagnósticos rotulatorios- que se arman en el tiempo y están sujetas a transformaciones. Detectar oportunamente señales de alarma es muy distinto a diagnósticos que sellan la vida.
Desde este lugar pienso una clínica desde la complejidad del detalle, artesanal y singular, con la ética del cuidado de las infancias. Abordaje que supone un sujeto más allá de un diagnóstico. Me sustento en una reflexión psicoanalítica, considerando categorías teóricas que hacen a la trama de la clínica y que han sido acuñadas en la práctica y en la articulación teórica del psicoanálisis: constitución del sujeto, funciones parentales, transferencia, dirección de la cura y juego. Agrego el concepto de interdisciplina. Esta manera de entretejer la clínica me interpela continuamente, interroga y pone en duda, me enfrenta saber no todo, me demanda pero, por sobre todo, da lugar a la sorpresa, dejando un lugar vacío para que un sujeto-niño hablante-escuchante pueda advenir.
“El producto más exquisito que les vendemos a los que nos consultan es…un lugar vacío. (…) vendiendo la nada de un lugar vacío, no estafamos.” (Coriat, 1996). Entonces, es un espacio terapéutico a construir en un entre-dos transferencial con el niño, sus padres -o quienes ejercen las funciones-, y yo-terapeuta. En esos encuentros donde no se puede saber de antemano que va a suceder surgirán las intervenciones -a mi entender- tempranas y oportunas. Posicionándome en ese lugar de “entre” el niño/a y sus padres y con mi estilo personal me ofrezco en disponibilidad para acompañar esta crianza dificultada:
Sosteniendo -conteniendo-.
Acompañando -ofreciendo palabra y escucha-.
Propiciando el deseo de hablar desde un lugar propio.
Entendiendo que el lenguaje no se enseña ni se aprende, se construye en vínculo con otro. Con respecto a esto Coriat (2016) expresa “No se puede enseñar pero la posición que el terapeuta adopte en la clínica es condición para que se pueda posibilitar.”
Esta perspectiva que planteo está lejos de ser una pura técnica estandarizada y prescriptible -como aplicación de una receta-. Se diferencia de aquellas intervenciones orientadas a rehabilitar funciones sin considerar al niño/a como sujeto; esto empobrece la clínica y además no es sin consecuencias para el niño/a y sus padres.
En el trabajo con el niño/a considero necesario anticipar un sujeto hablante-escuchante como condición para que en un devenir se posicione él/ella como sujeto activo del lenguaje. Creando un abordaje que implica la ofrenda de la palabra y la escucha, tratando de sostener y/o instalar la situación dialógica -entre hablantes- y dia-lógica -a través de la palabra-. Construyendo intervenciones subjetivantes sustentadas en la premisa de jugar como constitutivo de la infancia. “En el juego, el fonema siempre viene formando parte de algún significante (o representándolo)” (Coriat, 2008)
“Quedarnos en la mera práctica de hacerlo hablar, enseñarle a usar la lengua, casi seguro que fracasaremos por obviar el fundamento de la producción lingüística que es la situación dialógica con toda la compleja creatividad que ella entraña. Ni bien enfocamos el trabajo desde esta perspectiva un efecto transformador resulta” (Levin, s/f).
Para esto se precisa de un terapeuta que se la juegue en cada encuentro:
Poniendo el cuerpo: mirada, escucha, palabra -voz-, contacto, sonrisa, actitud postural.
Alojando, conteniendo.
Dándoles el tiempo que cada uno necesite para sus conquistas.
Renunciando a la comodidad de implementar programas reeducativos, que son más tranquilizadores y liberan la angustia y la incertidumbre a quien los administra.
A modo de cierre:
Se hace necesario apostar a otros modos de abordaje, otras formas de construir espacios terapéuticos con una nueva perspectiva: con intervenciones humanizantes, artesanales, del caso por caso. Reinventarnos a través de prácticas que se animen a desencuadrarse, a transgredir lo instituido saliendo de lo esperado y previsible. Invito a deconstruir universales hegemónicos que hasta hoy son tomados por muchos como naturales, y jugarnos a una clínica en la cual circulen más preguntas que respuestas, donde cada encuentro sea una novedad y la subjetividad de cada uno (tanto del terapeuta como del niño/a) pueda desplegarse.
Bibliografía
Bruner, N. comp. (2012) El juego en los límites. El psicoanálisis en la clínica de problemas en el desarrollo infantil. Buenos Aires: Eudeba.
Coriat, E. (1996). El psicoanálisis en la clínica de bebés y niños pequeños. La Plata: de la Campana
Coriat, E. (2008). Autismo y Psicosis infantil. Psicoanálisis y Lenguaje. Presentado en la mesa sobre: “Psicoanálisis y Lenguaje, Autismo y Psicosis Infantil” en las Terceras Jornadas de Fonoaudiología, organizadas por la Escuela de Fonoaudiología de la Facultad de Ciencias Médicas. Rosario, 10 de octubre de 2008.
Coriat, E. (2016). Prólogo. En: Giuliani, N. La terapéutica del lenguaje infantil. Una mirada clínica. Buenos Aires: La edición especial.
Maidagan, D. (2019). Clínica con bebés y niños con problemas en el desarrollo ¿Y dónde está el sujeto?. En: Kremenchuzky, J & Rowensztein, E (comp.) Pediatría, Desarrollo infantil e interdisciplina. Buenos Aires: Noveduc.
Levin, J. (2004). Aventando Fantasmas ¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos?. (Texto inédito extraído de la página web de la autora, actualmente fuera de servicio)
Levin, J. (s/f). Otro enfoque. (Texto inédito extraído de la página web de la autora, actualmente fuera de servicio)